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12/12/2022

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¿Quiénes somos en el trabajo?

"El último hombre blanco", novela de Nuria Labari, muestra los aspectos invisibles que asimila una mujer de éxito en un entorno dominado por hombres.

12/12/2022

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La novela de Nuria Labari, con una “prosa incisiva y lúcida”, narra la historia de una mujer que creyó que convirtiéndose en “un hombre” llegaría a su cumbre profesional.
Una vez alcanzó la cima, un vacío la invadió y observó su monstruosa metamorfosis, sin entender para qué tanto sacrificio.
Una crítica al mundo del trabajo y una radiografía que destruye las obsoletas estructuras patriarcales que aún imperan en el ámbito laboral.

“¿Cuánto de atractivo hay en cobrar cada vez más, no parar la máquina y seguir ahí metida dejándote a ti de lado?”

La autora indica que la novela está basada en esas personas que un día, camino del trabajo, se sintieron perdidas corriendo y corriendo sin avanzar. Personas, que después de mucho esfuerzo, de hacer todo lo que dijeron que se debía hacer, el éxito no es aquello que imaginaron.

La protagonista procede de una familia de clase media y se cree lo inculcado desde pequeña: ser una superwoman para alcanzar la cima y el bienestar personal. La cultura del esfuerzo, de la meritocracia, para poder aspirar a lo más alto.
Pero, como ocurre muchas veces, ese era más bien el sueño de sus padres.

En la entrevista con el periodista Óscar López en el programa Página Dos, Labari debate sobre cómo nos afecta a todos/as nuestra relación con el trabajo, como elemento “nuclear” de nuestra existencia.

La asimilación del trabajo como parte intrínseca de nosotros/as, se encuentra muy anclado en nuestro inconsciente más actual.
En cualquier presentación o descripción personal, nuestra profesión es el concepto cardinal. “Hola, soy Inés y soy ingeniera”.

Lo que realizamos y la herramienta que utilizamos, los hemos colocado en primera posición, como sujeto, por delante de quienes somos en esencia.
Y lo que es aún más preocupante, lo hemos incorporado a nuestra identidad.
Creemos que somos lo que hacemos, que nuestro valor se mide en base a lo que producimos y eso nos llena de frustración, de desconexión, enfados, bloqueos y miedos.

Hemos invertido el orden de la ecuación: hacer, para tener, para luego ser. En lugar de: ser, para hacer, para luego tener.

Sin nuestra esencia, los objetivos o metas vitales no tiene significado ni sentido. Es como si intentáramos llenar un saco roto. Nos quedamos por el camino en vacíos, agotados, en automático, "sin más".

La protagonista de la novela ha logrado ser una más en el universo masculino, teniendo que pagar el precio de “asimilar algunos aspectos invisibles”. El coste por conseguir condiciones laborales más óptimas, ese sueldo de seis cifras, ha sido ir abandonando su salud emocional en una carrera de obstáculos en nombre de la "igualdad".

El mundo del trabajo, ha sido un hábitat casi únicamente de hombres hasta hace relativamente poco. Aunque hoy en día otras figuras divergentes abarcan cada vez más espacio laboral, no ha sido a través “de un proceso de igualdad sino de asimilación de las reglas del juego, de ser como ellos” expresa la autora.

“¿Qué demanda la identidad del trabajo? ¿Qué valores son los que se premian ahí? La eficiencia, hacer todo en el menor tiempo, ser muy fuerte, no llorar, ser competitivo, un mundo vertical.”

En el caso de las mujeres se traduce en trabajar más y ganar menos en muchas ocasiones para triunfar, ser polifacéticas, multitask, tener hijos/as, ser buenas compañeras de vida, buenas amigas, buenas hijas y buenas hermanas. Además de cuidarse físicamente, ser simpáticas y empáticas.

“Ha habido una aniquilación de lo femenino, de la emoción, de la intuición. Y poco a poco se ha ido masculinizando con aspectos que nos dañan a todos los seres humanos: eficacia, progreso, rigor, verticalidad”, comenta Nuria Labari en un coloquio online con la psicóloga Patricia Ramirez.

Muchas mujeres y hombres se llevan su trabajo a casa y eso, no significa únicamente contestar mails, terminar informes etc. Algo que resulta tan inocuo, conlleva “llevarse esa imagen del mundo vertical del trabajo, del poder racional sobre todos los demás a otras áreas del espacio vital."

¿Qué significa ser mujer en un mundo de hombres para las que no queremos quedarnos en casa y “volvernos como nuestras madres o abuelas”, ni luchar agresivamente y convertirnos en hombres”?

Connie Zweig

Esa liquidación de la energía femenina, la energía Ying, conlleva la quiebra interior. Muchas personas están muy polarizadas, son bombas de relojería, se encuentran perdidas, vacías, llenas de cargas.

El concepto de Superwoman, que tan premiado ha sido durante tiempo entre las mujeres, significa aceptar esos valores masculinos inculcados, creer y aceptar que tú puedes con todo siempre cueste lo que cueste. Esas creencias desgastan sigilosamente.
¿Qué precio pagas a cambio?

El sistema laboral necesita un cambio, estar en evolución. El tiempo invertido o el impacto del trabajo en nuestra salud son aspectos que ya se están revisando en diferentes países.

Vivimos tan volcados en esas creencias asumidas, en el “tengo que, debo de”, en el aguantar o en el callar para no tener problemas, que no ahondamos en factores profundos, en conocernos a nosotros mismo con calma, saber qué es lo que realmente queremos y quiénes somos para actuar con coherencia.

Un nuevo paradigma emerge poco a poco, cambiando las reglas del juego.
Un escenario divergente donde los aspectos femeninos rechazados y olvidados vuelven a tener presencia. La pasión, el deseo, la intuición, la creatividad, la contradicción pueden ser los mejores ingredientes para conseguir grandes objetivos, disfrutar del proceso y ganar en salud personal y de equipo.

“El último hombre blanco no existe, está divinizado”.